No escriba “curasán”, pero sí “brauni”: llega la nueva edición del ‘Diccionario panhispánico de dudas’

“Que veinte años no es nada”, decía el tango Volver, que popularizó Carlos Gardel. Sin embargo, en asuntos de la lengua, en dos décadas hay palabras que nacen, otras mueren y también están las que modifican su significado, lo que genera indecisiones entre los hispanohablantes a la hora de escribirlas o pronunciarlas: ¿hay que escribir delicatessen con dos eses o con una? Pues para resolver esa clase de cuestiones acaba de publicarse la nueva edición del Diccionario panhispánico de dudas (DPD), ampliada y actualizada con respecto a la anterior, que se lanzó en 2005. Esta obra, editada por Taurus, está auspiciada por la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), que reúne las 23 corporaciones del español que hay en el mundo.
La primera edición del DPD “se vendió bien y tuvo repercusión, además de ser también la primera obra académica panhispánica”, ha dicho el miembro de la RAE y director de la obra, Salvador Gutiérrez Ordóñez, durante la presentación del diccionario este jueves en Madrid, en la sede de la RAE. Aún habrá que esperar para que todo esté recogido en la web de este diccionario.
En esta edición hay unas 7.000 entradas, de las que 370 son nuevas, y de estas, 362 son neologismos y extranjerismos. “Además, se da más presencia a la voz americana del español”, ha subrayado el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, quien ha resumido la historia del DPD. “Para la primera edición se empezó a trabajar en 1998, se constituyó un registro de las dudas más habituales que se planteaban a las academias, se utilizaron los libros de estilo de los medios de comunicación y la obra salió en noviembre de 2005”. En noviembre de 2019, durante el congreso de la Asale celebrado en Sevilla, “se acordó realizar una segunda edición”, ha añadido.
Las dudas que se resuelven son de carácter fonográfico (pronunciación, acentuación, puntuación, grafías), morfológico (plurales, femeninos, conjugación), sintáctico (problemas de construcción, concordancia, leísmo, dequeísmo) o lexicosemántico (impropiedades léxicas, calcos semánticos censurables, neologismos o extranjerismos), según la RAE.
Por ejemplo, hay quien confunde la palabra égida con hégira. La primera significa “protección o amparo” y no “mandato”, un uso que, sin embargo, se ha documentado. Tampoco se puede utilizar con el sentido de “huida o exilio”, porque para eso está el vocablo hégira, surgido para designar la huida de Mahoma de La Meca a Medina en el año 622.
El bullying es una desgracia que a veces sucede en las aulas. Sin embargo, las academias han constatado que se está imponiendo a este anglicismo la expresión en español “acoso escolar”. La mencionada delicatessen “se usa más con doble ese”, pero la adaptación gráfica que propone el diccionario para esta voz inglesa de origen alemán, que significa exquisiteces, es que se escriba con una sola ese.
Si seguimos con delicias, el brownie, bizcocho de chocolate, se puede escribir como lo pronunciamos, brauni, sin temor a ser tomados por ignorantes. Es la propuesta del DPD porque esa grafía refleja la pronunciación de la palabra original, que es lo propio del español, y no de otros idiomas. Sin salir de los dulces, hay quien dice curasán para llamar al bollo de hojaldre en forma de media luna conocido como cruasán, adaptación del francés croissant. Pues no es correcto. Hay, eso sí, un uso “minoritario y desaconsejable”, croasán.
Del francés al latín. La palabra quorum se escribe en cursiva. Sin embargo, los académicos indican que también se puede escribir cuórum, en redonda, para designar al “número de individuos necesario para que un cuerpo deliberante tome ciertos acuerdos”. También se propone lobi por lobby o campin por camping, pero, como ha subrayado Salvador Ordóñez, “lo que dice el DPD no tiene por qué triunfar”. Igualmente, ha indicado que en las palabras acabadas en consonante más i griega final, como body o ferry, se está generalizando el uso con i latina: bodi, con su plural, bodis; o ferri.
“Los extranjerismos son una constante que no se puede parar, este diccionario lo que señala es si su uso se justifica o no”, ha agregado Gutiérrez Ordóñez. “Los extranjerismos suelen aparecer primero en publicaciones científicas y en la prensa, luego hay una etapa larga, la académica, en la que se ve si se ha consolidado como uso común para añadirlo o no al Diccionario de la Lengua Española". El académico ha recordado que “la lengua española es pluricéntrica, hay diferentes normas cultas porque se habla en más de 20 países, aunque con una base común”.
El DPD también se ocupa de las dudas con los topónimos y gentilicios, sobre todo con los que provienen de lenguas no latinas. Gutiérrez Ordóñez ha hablado del topónimo de la ciudad brasileña de Río de Janeiro: se escribe con tilde y no debe pronunciarse, como hay quien lo hace por imitación del portugués, río de yanéiro.
Una diferencia cuantitativa con respecto a la primera edición es que esta vez se citan en los ejemplos de los términos recogidos “3.260 obras y 399 publicaciones periódicas procedentes de todos los territorios donde se habla español, incluyendo Filipinas y Guinea Ecuatorial”. Esto supone que se han citado 1.661 obras y 237 publicaciones periódicas más que en 2005.
La responsable del Departamento de Español al día de la RAE (creado en 1998), Elena Hernández Gómez, ha comentado otros cambios sobre el DPD anterior que ilustran la evolución de la lengua. En la primera edición se admitía que guion se escribiese con tilde, pero ahora se precisa que solo debe hacerse sin ella. O la palabra bizarro, de la que se advertía en 2005 que era incorrecto usarla con el sentido de raro o extravagante. Veinte años después esto ya es frecuente.
Diferente es lo ocurrido con el plural de máster: se dice que puede ser másteres “más frecuente”, o masters. Los académicos pensaban en la edición de 2005 que el primero desplazaría al segundo, pero no ha sido así. Otra novedad es que en algunos países se ha registrado la palabra yoga como femenino, lo que antes no sucedía. Por otro lado, se propone usar espá por spa, para ese tipo de establecimientos de hidroterapia. “No inventamos, todo está documentado y animamos a los hispanohablantes a usar estos términos que no separan la ortografía de la pronunciación”, ha subrayado Hernández Gómez, que ha terminado con un caso peculiar, la palabra braille, que designa al sistema táctil de escritura y lectura para ciegos. En España se suele pronunciar bráille, pero en América bráile. Los académicos recomiendan, una vez más, “acomodar en el uso grafía y pronunciación”. Con lo que estamos ante dos pronunciaciones distintas. Pero, como siempre, los hispanohablantes tendrán la última palabra.
EL PAÍS